Pena y vergüenza: ser de los países con mayor corrupción, tanto en el gobierno como en las instituciones; y carecer de un sistema judicial competente y legal, al grado que los delincuentes de nuestro país son arrestados en países ajenos, que no cuentan con todos los elementos de sus fechorías.
Tenemos el ejemplo del exgobernador Humberto Moreira, quien saqueó Coahuila, fue nombrado presidente de su partido, y para mayor vergüenza y desfachatez, le heredó la gubernatura a su hermano Rubén, con la consigna de tapar todas sus malas mañas y tener a su vez patente de corso para seguir saqueando a gusto el estado, ante el beneplácito de sus coterráneos, quienes siguen aguantando. No cabe duda que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, ¡vivan los gobernadores sátrapas!
Hablando de saqueadores, dónde me dejan al norteño César Duarte, quien cuenta hasta con banco propio fondeado con los millones sustraídos del erario público. O al gobernador de Veracruz, quien calla para siempre a quien se atreve a hablar mal de él en los medios, y tapa los desmanes cometidos por su antecesor.
La lista es larga, y como dicen “tienen buen ejemplo”, pues son pasmosas las sumas de dinero invertido en la adaptación del nuevo hangar presidencial, sin contar la desorbitada inversión en el nuevo y lujoso avión, el cual no cupo en la nueva y lujosa casa blanca.
Pero como es bien sabido, todo se paga tarde o temprano. Lo único es que el pago de tanto dispendio recae como siempre sobre el pueblo, si no hay que ver el estado de nuestra maltrecha economía, la tremebunda devaluación debido al mal manejo de nuestras autoridades hacendarias − las peores de la historia− y el caos imperante en el mercado petrolero.
Pena y vergüenza, ajena y propia.
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