México se encuentra ante una encrucijada ante el ascenso al poder en nuestro país vecino de un engendro que entró como chivo en cristalería y amenaza de todos los males posibles a sus coterráneos y a todo el orbe. Ese es el peligro más inminente para México, pero persisten otros igual o peor de graves como la falta de justicia y la rampante corrupción que todo lo envenena, desde lo más alto de la cúpula presidencial hasta los senadores, diputados y políticos en general, salvo muy honrosas excepciones que se pueden contar con los dedos de la mano de un manco.
En la pirámide del poder, desde los niveles más altos, bajando a los de gobernadores, presidentes municipales, impartidores de justicia y las policías en general, la corrupción y la deshonestidad campean por sus fueros sin que nadie las pueda detener, por lo que nuestro entorno es bastante obscuro.
Volviendo a nuestro encabezado, lo más urgente es diversificar nuestros mercados y dejar de depender del vecino del norte. Tenemos un mercado abierto amplísimo en Latinoamérica y uno muy importante en Europa, y no debemos perder de vista la amplitud del mercado asiático. Urge darles poder y asistencia a organismos como ProMéxico y crear otros similares que se dediquen a la urgente tarea de diversificar nuestras exportaciones. Es también de vital importancia fortificar el mercado interno, derogando la mayor parte de las obsoletas leyes que frenan y coartan las posibilidades de crear pequeñas industrias y negocios familiares, que son las que crean entramado de negocios y abren nuevas oportunidades. Como lo manifestó Josep Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, México debe ver más allá de EE.UU. y diversificarse. Con esto, además de romper la tremenda dependencia a un sólo mercado, demostraríamos que somos capaces de sobrevivir con mucho orgullo a las amenazas de un desquiciado.
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