A raíz de los tristes e impactantes movimientos telúricos que azotaron diversas partes del país, afloró la solidaridad de muchos mexicanos que demostraron que no son parte de una indolente sociedad sino de una sociedad latente que tiene necesidad de tener mejores gobernantes y quiere salir del ostracismo al que los han recluido.
La mediocridad, indolencia y ansias de rapiña de los políticos de todos los partidos nos tienen sumidos en un clima de incredulidad. Es vital y urgente que la ciudadanía despierte y exija su derecho de participar en la toma de decisiones. La politocracia y la corrupción galopante campea por sus fueros a todos los niveles de gobierno, sea municipal, estatal o federal. Ya basta de gobernadores venales y políticos desprestigiados que sólo buscan el poder y como dice el dicho “que no les den, sólo que los pongan donde hay”.
Se acercan los tiempos de las elecciones y es necesario insistir que todos debemos participar y acudir a votar, para no permitir que nos vuelvan a imponer un presidente mafioso. El panorama de candidatos es todavía incierto, pero recemos para que surja un candidato medianamente honesto que busque el bienestar del país y la correcta aplicación de nuestras leyes, que en la actualidad están en manos de un poder judicial corrupto que se vende al mejor postor.
Es de suma importancia hacer oídos sordos al malvado canto de las sirenas, de un líder iluminado, mesiánico y populista, que como buen político promete un sinfín de soluciones a los males que nos aquejan con sólo un plumazo, sin jamás aclarar con qué medios cuenta para resolver esas problemáticas. Ese líder impondría un gobierno tan autoritario como él, cuya voz es la única que manda en su particular partido, pero ahí no para el peligro, está plenamente comprobado que lo rodean una caterva de sanguijuelas que han demostrado que son duchos en la rapiña y en el apoderamiento de los caudales a ellos confiados. ¡Cuidado ahí viene el lobo, y es verdad!
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