El cambio climático se está acelerando a un ritmo sin precedente y obtener los datos necesarios para comprender lo que esto significa es el primer paso para abordar los desafíos climáticos del mundo, por lo que desde 2017 el Cicese colabora con el Jet PropulsionLaboratory (JPL) de la NASA para estudiar el océano Ártico con novedosas herramientas.
José Gómez Valdés, investigador del Departamento de Oceanografía Física del Cicese, reconoció que es complicado monitorear el océano ártico debido que a estas latitudes se experimentan las variaciones más grandes a causa del cambio climático, por lo que abrir una ventana de observación resulta crítico para comprender cómo está respondiendo tanto el clima como la biodiversidad.
“Es difícil porque las temperaturas extremadamente frías y la estacionalidad de la capa de hielo marino dificultan cualquier intento de muestrear aquí”; indicó.
Para hacerlo se necesitan instrumentos oceanográficos de última generación que complementen y validen las observaciones satelitales que los científicos han hecho en los últimos años.
Un equipo liderado por científicos de la NASA, acaba de publicar los resultados de un estudio en el que utilizaron una de estas novedosas herramientas: los llamados saildrones.
En términos llanos, un saildrone es un velero instrumentado que navega solo, aunque la definición oficial lo describe como “un vehículo de superficie sin tripulación (USV) dotado con una carga útil de sensores que recopilan mediciones en la interfaz aire-mar”.
Para su propulsión cuenta con un ala de 5 m (16 pies) que aprovecha la energía eólica, y tiene paneles solares que alimentan los instrumentos científicos y de navegación a bordo, una vez desplegado puede realizar campañas de larga distancia que duran hasta 12 meses y proporciona observaciones oceánicas y atmosféricas de alta calidad, casi en tiempo real, mientras navega a velocidades que van de 3 a 5 nudos.
Un saildrone Explorer como los que utilizaron en el Ártico mide 7 metros de eslora (largo) y es autónomo en el sentido de que puede ser guiado de forma remota desde tierra mientras es impulsado por el viento.
El conjunto de sensores estándar con que se puede dotar a estas plataformas de observación miden más de una docena de variables por encima y por debajo de la superficie del mar, incluida la temperatura (aire y mar), humedad, presión, radiación, oxígeno disuelto, clorofila-a y salinidad, así como la velocidad y dirección del viento y altura y período de las olas.
La idea era hacer mediciones in situ para comparar y validar los datos que arrojan los sensores remotos y los modelos matemáticos, y complementarlos con información adicional.
Gómez Valdés aseguró que las colaboraciones entre el JPL de la NASA y el Cicese se van a incrementar en los próximos años.
“Por lo pronto estamos trabajando en proyectos para comparar datos derivados de satélites de alta resolución con observaciones in situ en los mares mexicanos. Investigaciones recientes indican que para entender bien las variaciones del clima, la oceanografía tiene que enfocarse a entender la física del intercambio de calor entre el océano y la atmósfera a nivel de submesoescala.
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