Sentido de comunidad para enfrentar los desafíos del presente

Por: Mariano Rojas

Profesor de Economía, Tecnológico Nacional de México

Preocupado por los problemas medioambientales y demográficos del planeta, el economista Kenneth Boulding propuso en los años 1960 el concepto de Nave Espacial Tierra. Su propuesta aludía a un planeta finito, sobre el que viaja toda la humanidad.

En las últimas décadas ha habido una creciente preocupación por los límites ambientales del planeta. El crecimiento económico ha ido acompañado de la degradación de la biodiversidad, la destrucción del ecosistema, un aumento del calentamiento global y más contaminación, con graves consecuencias para el bienestar de todos los seres vivos del planeta, incluidos los humanos. Estos problemas no sólo amenazan el bienestar de las generaciones futuras, sino que también están deteriorando el bienestar de las actuales.

Un planeta finito dificulta lograr un crecimiento económico ilimitado. La humanidad se enfrenta ahora a dos grandes desafíos: ¿Cómo abordar los crecientes problemas medioambientales? ¿Y cómo se puede sostener el crecimiento económico?

Es necesario promover un sentido de comunidad y fomentar las relaciones humanas.

Pero aún quedan mayores desafíos por delante; Es importante reconocer que también existen límites humanos al crecimiento económico. Mantener el crecimiento económico es cada vez más difícil, y es aún más difícil hacerlo en un contexto de empeoramiento ambiental. Se pide a la humanidad que implemente importantes transformaciones sociales y económicas para abordar estos problemas y que lo haga de inmediato.

Términos como resiliencia y adaptación se han vuelto comunes en el discurso público. Se supone que los seres humanos son fácilmente maleables y que pueden, sin ninguna dificultad, adaptarse a ritmos de vida acelerados, a una mayor competencia, a procesos de deslocalización productiva, a la ruptura de sus relaciones con amigos y colegas, a la ruptura de vínculos familiares, a la despersonalización que acompaña a la vida en ciudades superpobladas, a mantener patrones de consumo más allá de sus posibilidades de compra, a participar en carreras de estatus donde las aspiraciones siempre van hacia arriba, a las vulnerabilidades laborales y de ingresos que acompañan a la globalización, a la soledad que viene con desarraigo y ruptura de vínculos relacionales, etcétera.

De hecho, las grandes transformaciones que se proponen exigen demasiado del ser humano. Actualmente contamos con una tecnología digna de dioses, pero, como señala Edward O. Wilson, todavía tenemos un sistema emocional del Paleolítico. Los seres humanos no son capaces de adaptarse fácilmente a demandas tan crecientes, y hacerlo implica altos costos de bienestar.

Las crecientes demandas y las transformaciones aceleradas crean incertidumbre y amenazan el bienestar de los seres humanos. Como dice el poeta Luis García, “La verdadera nostalgia, la más profunda, no tiene que ver con el pasado, sino con el futuro”. El problema de un futuro cada vez más incierto y de un presente cada vez más exigente es que amenaza el bienestar humano.

Preocupado por el problema del suicidio, el sociólogo francés Emile Durkheim introdujo el concepto de anomia, que se refiere a situaciones en las que el futuro ya no es lo que era y donde la incertidumbre es la norma. Durkheim demostró que la anomia deteriora la salud mental. Así, actualmente nos enfrentamos no sólo a problemas medioambientales sino también a problemas de salud mental que amenazan el bienestar de las personas.

Es necesario encontrar nuevas formas de generar bienestar que sean respetuosas con el medio ambiente y con las personas. Investigaciones recientes sobre el bienestar subjetivo señalan la relevancia de las relaciones interpersonales basadas en las personas. Se ha demostrado que las relaciones humanas genuinas, desinteresadas y cálidas son uno de los mayores impulsores del bienestar de las personas. Estas relaciones tienen lugar en entornos sociales cercanos, como familiares y amigos, donde las personas se conocen bien y donde el aprecio y la aceptación no dependen de lo que las personas producen o consumen, sino de vínculos duraderos que crean un sentido de comunidad.

Para afrontar los retos medioambientales y de salud mental del presente y hacerlo de forma que se mejore el bienestar, se hace necesario recuperar la idea original de Boulding: todos viajamos en el mismo barco y nos enfrentamos a un destino compartido. Es necesario promover un sentido de comunidad y fomentar las relaciones humanas. Las transformaciones sociales y las reformas económicas que se implementarán deben ser favorables a las familias y a las comunidades.

La humanidad se enfrenta a muchas amenazas. ¿Cómo lidiamos con ellos? Al igual que los niños de jardín de infantes al cruzar la calle, es importante enfrentar las principales amenazas yendo de la mano. Éste es el papel del sentido de comunidad.

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